lunes, 30 de marzo de 2015

Lunes santo: Unción en Betania

Se encontraba Jesús cenando en Betania con Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
Marta les servía y María -su hermana- tomó una libra del costoso perfume de nardo y enjugó con él los pies de Jesús, secándolos con su cabellera, inundando de una profunda fragancia toda la casa.

Ante las protestas de Judas, según él por el despilfarro que suponía no entregarlo a los pobres, Jesús agradece el gesto indicado que María lo tenía guardado para su sepultura, porque Él no estaría siempre y los pobres sí.

Jesús siempre está dispuesto a perdonar, pero hemos de pedir ese perdón. Dios te ha dado todo lo que tienes, todo lo que eres, todo lo que puedes llegar a ser.

Y Él, ¿que te pide a cambio? Muy sencillo: tus pecados, que te deshagas de tus pecados, que le entregues tus infidelidades; pero has forzarte para entregárselas.

Ese es el ajuar de Jesús. Se reviste con tus pecados que extienden su podredumbre por todo lo que eres -como aquel perfume de nardo- para que queden clavados en la Cruz.

Justo esos pecados, purificados en el patíbulo, se convierten en el bálsamo funerario del que habría de resucitar. A cambio, Él te unge con el Espíritu Santo.
Entonces, ¿no te decides a ceder esos pecados al Crucificado?

Vero.