jueves, 10 de noviembre de 2016

Sagrario-Pelícano

En iglesias antiguas existen todavía este modelo de sagrario para reservar la Eucaristía.
Corría en la Edad Media una idea popular de que los pelícanos se herían su pecho en tiempos de escasez para alimentar a sus crías con su propia sangre.
Es la imagen perfecta de Jesucristo sacramentado, reservado en la Eucaristía, que nos alimenta con su Cuerpo y Sangre, sacrificio de la Cruz.

Santo Tomás de Aquino compuso un himno eucarístico (Adoro Te Devote, Te adoro con devoción) en donde llama a Jesucristo "Bondadoso Pelícano".

Fragmento:
"Señor Jesús, bondadoso Pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero."

Papá y mamá hacen la función de pelícanos con cada uno de sus hijos: darían la vida por ellos y no les importa realizar cualquier sacrificio por sacarlos adelante.

Y cada vez que cada uno de nosotros, hacemos el bien a los demás y les proporcionamos doctrina, sabiduría y consuelo, llevándoles a acercarse a Dios, nos abrimos el pecho para que se alimenten de lo que somos, que es lo que Dios antes ha puesto en nosotros.
No es nuestra propia sangre, es la Sangre de Cristo.
Y así tenemos que ir a alimentarnos nosotros, al pecho del Pelícano, con su preciosa Sangre.

Por eso el amor está tan ligado al dolor.
Por eso el amor solo se valora desde el sacrificio.

Seguro -estoy seguro- que te acordarás de estas palabras cada vez que veas un pelícano. Y cada vez que estés delante de un Sagrario.

Vero.

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