La alegría es una actitud ante la vida que exige virtud: hay que proponérsela, no sale sola, sin propósito.
Se acomoda en nuestra vida cuando integramos el quehacer ordinario al plan de Dios para nosotros; y no tiene nada que ver con la salud o la enfermedad, con la pobreza o la riqueza, pero sí con la paz, la sinceridad, la valentía, la fortaleza, la templanza,... la generosidad.
Si lo peleamos y pedimos, la alegría se experimenta como un don de Dios, que llamamos gozo, capaz de escalar cumbres por encima de cualquier sufrimiento.
Es de valientes esforzarse por sonreír aún cuando las cosas no son como nos gustarían...
¿Sonreímos?
Vero.
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