Y pienso que yo también yo le he vendido: la primera moneda es mi pereza; la segunda, mi sensualidad; la tercera, mi falta de generosidad; mi envidia,; mi falta de penitencia; mi falta de piedad;...; y la trigésima moneda es la corrosión de mi propia tibieza.
No me llamo Judas, pero sí soy algo Iscariote. ¿Y tú?
Vero.
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