Dice el libro de Isaías en 58, 7-10:
Así dice el Señor:
«Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.»
Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas,' tu oscuridad se volverá mediodía.»
Cuando trabajamos por los demás se nos enciende la luz y nos brota carne sana.
¿Por qué habla de carne sana?
Porque entonces la lepra no se curaba y, según la mentalidad de la época, al leproso le consideraban impuro. La lepra era producto de su pecado.
La carne sana es la curación del pecado.
Cuando nos buscamos a nosotros mismos, nuestro interés, nunca somos felices, aparece la lepra.
Sólo cuando servimos a Dios y a los demás en nuestras obligaciones ordinarias, por amor, encontramos la felicidad, purgamos nuestros pecados y nos nace carne saludable.
Vero.
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