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domingo, 20 de julio de 2014

La ceguera del idolo

Dice el salmo 113B refiriéndose a los ídolos:
"Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen; tienen nariz, y no huelen.
Tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan. Que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos".
Los ídolos suelen tener apariencia de realidad. Frecuentemente justificamos nuestra actitud en virtud de otro suceso, de evitar un disgusto a  alguien, de no incomodar o incomodarse. Esos ídolos aducen sus propias razones: tienen boca, ojos, orejas y nariz; pero no hablan, ni ven, ni oyen, ni huelen porque sus razones son apariencia, justificada, pero apariencia.

Las manos de Cristo, impuestas sobre los enfermos, sanaban; las de los ídolos no tocan. Los pies de Cristo peregrinaban por Palestina a la búsqueda de acogedores de su mensaje; los pies de los ídolos no andan, esperan a que sus discípulos se acerquen a ellos.

Tal y como los ídolos son, dice la maldición final, sean quienes los construyen.
¿Cuáles son tus propios ídolos, esos elementos que en tu vida absorben toda tu atención y que tan falsamente justificas otorgándoles ciegamente tu confianza?

Vero.

sábado, 19 de julio de 2014

El brillo de la idolatría

Dice el salmo 113B:
"Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas".
Dios está en el cielo, transciende lo terreno. Su voluntad es libre e impera, aquello que quiere es lo que consigue porque es omnipotente. Nada se le compara.

Los pobres hombres nos creamos sucedáneos de la divinidad, ídolos que cautivan nuestra atención, que empachan la inteligencia y que embotan la voluntad, figuras de cera que cautivando nuestros sentimientos distraen nuestra atención de aquello que solo Dios puede saciar.

Esos ídolos pueden ser de plata y oro, pero no dejan de ser idolatrías porque son hechura humana, construidos con la levedad del permanecer humano.

¡Dios mío, hazme fiel, que no te sustituya por el iluso brillo de ninguna bagatela!

Vero.


viernes, 11 de julio de 2014

Justicia y paz

Continúa el salmo 84 diciendo:
"La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo".
La misericordia es la actitud divina por antonomasia. La fidelidad es la actitud del hombre que ofrece su lealtad a la promesa realizada de acuerdo con su capacidad. ¿Qué hay mejor que la misericordia o la fidelidad?: precisamente, el encuentro entre esa misericordia divina y la fidelidad del hombre del que la misericordia es objeto.

¿Qué diremos de la justicia y de la paz? Una es fruto de la otra y se realimentan recíprocamente. Solo donde hay paz puede nacer la justicia; y solo donde hay justicia florece la paz.

La fidelidad brota de la tierra, es una ofrenda del hombre a Dios, pero la justicia y su fruto, la paz, vienen del cielo.
¿Quieres trabajar por la paz? Pregúntate: ¿cómo vives la justicia?

Vero.

sábado, 5 de julio de 2014

El precepto divino

Dice el salmo 18:
"La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante".

Nada más alejado de la arbitrariedad que la ley divina. Ley que se me hace un manual de la naturaleza humana, coloreado por el amor divino.

Violentar la ley de Dios siempre tiene efectos secundarios.  El alma solo encuentra descanso cuando se manifiesta como es, como en esencia ha sido construida de acuerdo con los planes divinos, que son ley perfecta.

¿Quieres conocerte mejor, saber cómo eres? Contempla la ley de Dios, la fidelidad de su precepto, que iluminará e ilustrará tu ignorancia para que sepas quién eres y dónde has de pisar.

Vero.

sábado, 24 de mayo de 2014

Serenidad: unos cuantos talentos

Octavo peldaño para alcanzar la serenidad (según San Juan XXIII)
"Sólo por hoy haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión".
Pone San Lucas en boca de Jesús estas palabras:
"Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho" (Lc 16, 10).
Recomendaba San Agustín guardar el orden para que el orden nos guardara a nosotros.
Si quieres servir eficazmente a Dios y a los demás tendrías que centrarte en lo pequeño, en lo poco, en lo de cada momento. Por ello, hacerte un plan suficientemente detallado te puede ayudar a hacer lo que debes sin perder el tiempo o sin dejarte llevar por la prisa o la indecisión: se trata de hacer rendir los talentos que Dios te haya dado; todos, no más, pero no menos.

Para que fuera concreto, San Juan XXIII recomendaba escribirlo, así no te dejarías llevar por engaños de última hora y podrías examinar con objetividad si lo llevas a cabo.
Pero, recuerda, si decides cumplirlo fielmente, que sea por amor, nunca por manía o por vanidad.

Propósito: No me dejaré llevar por el atolondramiento de la prisa ni por la pérdida de tiempo de la indecisión. Una libreta de anotaciones o algo similar me ayudará a situar cada tarea en su sitio.

Vero.