"Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen; tienen nariz, y no huelen.
Tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan. Que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos".

Las manos de Cristo, impuestas sobre los enfermos, sanaban; las de los ídolos no tocan. Los pies de Cristo peregrinaban por Palestina a la búsqueda de acogedores de su mensaje; los pies de los ídolos no andan, esperan a que sus discípulos se acerquen a ellos.
Tal y como los ídolos son, dice la maldición final, sean quienes los construyen.
¿Cuáles son tus propios ídolos, esos elementos que en tu vida absorben toda tu atención y que tan falsamente justificas otorgándoles ciegamente tu confianza?
Vero.
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