sábado, 13 de septiembre de 2014

Tus palabras serán sus palabras (Jeremías 1,4 - 3)

Continuando con el texto de la vocación profética de Jeremías:
9 El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: "Yo pongo mis palabras en tu boca.
10 Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar".
Una vez aceptada esa vocación, comienza el seguimiento. No se ha de ahorrar ningún esfuerzo, pero entonces las obras de tus manos no proceden solo de tus manos; si eres dócil, harás y verás maravillas, no propias, sino las obras de Dios.

Tú mismo te asombrarás de lo que sale de tu boca, palabras que quizás nunca hubieras imaginado, palabras que te invitarán a una reflexión posterior después de ser pronunciadas, porque te das cuentas que -aunque pronunciadas por ti- no son tuyas.

Pero recuerda, has de ser dócil, porque tus palabras y tus acciones deben ser sus palabras y sus acciones: en la medida en que te vacíes de tu propio yo -siento tú mismo- Dios podrá ocupar tu lugar, que es su lugar.

Vero.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Las excusas (Jeremías 1,4 - 2)

Sigue el texto de la vocación de Jeremías así:
7 El Señor me dijo: "No digas: ‘Soy demasiado joven’, porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene.8 No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–".
(Y proseguirá después...)9 El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: "Yo pongo mis palabras en tu boca.10 Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar".
Las excusas que le ponemos al Señor cuando requiere algo de nosotros carecen de fundamento porque Él sabe qué pide y a quién lo pide. Nuestra misión será su misión, y nuestras palabras, sus palabras.

El miedo es muy humano, pero ayudados por la gracia no debemos dejarnos acobardar por él, porque Dios está con nosotros para librarnos de todo peligro.

No lo olvides: esto es oráculo del Señor, es decir, Palabra de Dios, que se cumple inexorablemente.

Vero.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Vocación de Jeremías (Jeremias 1,4)

En el principio del libro de Jeremías, el profeta cuenta cómo recibió su vocación profética:

4 La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:5 "Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones".6 Yo respondí: "¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven".
(Y prosigue, para no romper el contexto que seguiremos mañana):7 El Señor me dijo: "No digas: ‘Soy demasiado joven’, porque tú irás adonde yo te envíey dirás todo lo que yo te ordene.8 No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–".9 El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: "Yo pongo mis palabras en tu boca.10 Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar".
El profeta no fue elegido por hacer algo bien, sino que antes de nacer ya había sido elegido por Dios para su misión. Es Dios quien elige, sin concurso por nuestra parte. La vocación de todo cristiano es su propio Bautismo, que le constituye en Profeta, Sacerdote y Rey, porque le configura con Cristo que tiene esos tres oficios.

Con frecuencia, la respuesta a esa vocación es el miedo, y al miedo le siguen las excusas: no sé hablar, soy demasiado joven,...

Que sepas que eso que ronda por la cabeza, puesto que has sido bautizado, son eso, excusas.

Vero.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Nos rescata de todo mal (Eclesiástico)

Continúa el libro del Eclesiástico (51, 1-8):
"Te alabo, mi Dios y salvador, te doy gracias, Dios de mí padre.
Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa, libraste mis pies de las garras del abismo, me salvaste del látigo de la lengua calumniosa y de los labios que se pervierten con la mentira, estuviste conmigo frente a mis rivales.
Me auxiliaste con tu gran misericordia: del lazo de los que acechan mi traspié, del poder de los que me persiguen a muerte; me salvaste de múltiples peligros: del cerco apretado de las llamas, del incendio de un fuego que no ardía, del vientre de un océano sin agua, de labios mentirosos e insinceros, de las flechas de una lengua traidora. Cuando estaba ya para morir y casi en lo profundo del abismo, me volvía a todas partes, y nadie me auxiliaba, buscaba un protector, y no lo había. Recordé la compasión del Señor y su misericordia eterna, que libra a los que se acogen a él y los rescata de todo mal".
Piensa por un momento todos los males que te pueden afligir, tanto internos como externos.
No ha sido suficiente: vuelve a repetir la operación e incrementa la lista de tus desgracias.

Voy a ser breve: de todo eso y de mucho más, que no puedes ni imaginar, incluso de tus propias trampas, te puede librar Dios.

Búscale como protector porque seas como fueres, hayas hecho lo que hicieres y con la gravedad que imaginares: "La compasión del Señor y su misericordia son eternas" y, por si fuera poco: "Libra a los que se acogen a Él y los rescata de todo mal".

Dime si hay alguien o algo que pueda mejorar esta oferta llena de esperanza.

Vero.

martes, 9 de septiembre de 2014

La calumnia (Eclesiástico)

Dice el libro del Eclesiástico (51, 1-8):
"Te alabo, mi Dios y salvador, te doy gracias, Dios de mí padre.Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa, libraste mis pies de las garras del abismo, me salvaste del látigo de la lengua calumniosa y de los labios que se pervierten con la mentira, estuviste conmigo frente a mis rivales.
Me auxiliaste con tu gran misericordia: del lazo de los que acechan mi traspié, del poder de los que me persiguen a muerte; me salvaste de múltiples peligros: del cerco apretado de las llamas, del incendio de un fuego que no ardía, del vientre de un océano sin agua, de labios mentirosos e insinceros, de las flechas de una lengua traidora. Cuando estaba ya para morir y casi en lo profundo del abismo,. me volvía a todas partes, y nadie me auxiliaba, buscaba un protector, y no lo había. Recordé la compasión del Señor y su misericordia eterna, que libra a los que se acogen a él y los rescata de todo mal".
Si no lo has experimentado nunca, no sabrás de qué hablo: la calumnia es un látigo de muchas puntas que abre las carnes del flagelado con la mentira. El calumniado carece absolutamente de defensa porque el calumniador le ha cortado el paso de la verdad, porque ha calzado el flagelo de la mentira y ha dado alas a la perversión de la verdad.

Ante eso, el calumniado no tiene quien le ampare, salvo si acude a Dios, quien organizará ordenadamente su defensa. Dios restablecerá la justicia contando con los tiempos, no de los hombres sino de Dios, y esa injusticia no dejará de ser reparada.

Una presencia de Dios intensa junto con una enorme confianza en la misericordia divina, conseguirán que el calumniado alabe a Dios en su tribulación no por lo que tiene de dolor o pecado, sino porque ve la maravillosa justicia de Dios proyectada en la eternidad, descubriendo que su dolor no es más que parte del camino que le conduce felizmente a ella.

Si tú eres un calumniador, tienes mucho por hacer.
Si tú eres un calumniado, tienes por tarea la alegría y mucho que perdonar y alabar.

Vero.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Natividad de María

Hoy es la fiesta de la Natividad de la Virgen María, su cumpleaños.

La que, por privilegio divino, había sido concebida sin pecado había de nacer en una familia de la que aprendería a cuidar a los de su casa. Y lo aprendió bien porque: ¡cómo cuidaría después de Jesús y de José!

Todas las acciones de su vida estuvieron tejidas de generosidad y de gracia. La gracia la puso Dios, pero sobre el cañamazo de su extraordinaria generosidad. Por eso el anuncio del Ángel le produjo extrañeza y turbación, pero no rechazo.

Cuando, cada día, reces el Ángelus no ya para recordar, sino para revivir, la escena de la Encarnación del Hijo de Dios acuérdate de que debemos, en palabras del Papa Francisco:  "Revivir el sí de María, que cambió el mundo y nos trajo a Jesús".

Porque decir sí a Dios es siempre fecundo.

Vero.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Venid a escucharme (Isaías 55, 1-3)

Relata el libro de Isaías (55, 1-3) lo siguiente:
Así dice el Señor:
«Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde.
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.»
Quizás sea inevitable ponerse nerviosos ante la inseguridad de la vida, vengan de dentro o de fuera. Por muchos bienes que se posean siempre cabe preguntarse qué comeremos o con qué nos vestiremos, algo que nos narran los evangelios, pero esto solo es un indicador de nuestra falta de confianza en Dios.

Así actuamos como si todo en nuestra vida dependiera exclusivamente de nosotros.
Esa inseguridad no solo nos informa sino que nos grita la realidad de nuestra existencia: dependemos de Dios, afortunadamente.

Por eso, la actitud sensata es prestar oídos a Dios porque el susurro de sus palabras en nuestros oídos, una vez acogidas, producen la vida. Una vida eterna porque su alianza es eterna, porque él nunca vuelve su rostro. Aunque estés cansado o agobiado, siempre debes acudir a Él.

Ahora bien, ¿acudirás a la escucha? ¿Pondrás atención a lo que oigas?

Vero.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo (salmo 30)

Sigue diciendo el Salmo 30:
"Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame.
A tus manos encomiendo mi espíritu;
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mí aflicción.
Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia".
¿Quiénes son tus enemigos, esos que te persiguen? Piénsalo bien.
¿Son enemigos ajenos esos que habitan tu interior? Aunque te opriman algunas circunstancias externas, nada aflige más que el desasosiego que viene del interior: la constatación de la podredumbre del propio corazón, la consternación producida por el pecado, el aroma de la miseria.
¿Y qué más te da que te persigan esos enemigos cuando quien te lo puede reprochar hace gala de su misericordia? Basta con ver el rostro de Jesús que sobrepasará nuestra indigencia y nos aportará la luz del camino.
Pero para ver hay que querer mirar: si pones esto de tu parte...

Vero.

viernes, 5 de septiembre de 2014

A tus manos encomiendo mi espíritu (salmo 30)

Continúa el Salmo 30:
"Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame.
A tus manos encomiendo mi espíritu;tú, el Dios leal, me librarás.Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.Te has fijado en mí aflicción.
Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia".
La confianza que depositamos en Dios nos llevará a encomendar a Él nuestro espíritu. Es lo que hace Jesús agonizante en la Cruz, que se dirige a su Padre con las palabras de este salmo.

Dios, que es leal, se fijará en nuestro sufrimiento y se volcará sobre nosotros con toda su misericordia, trocando esa aflicción en gozo y alegría, nuestra necesidad en abundancia y nuestra muerte en resurrección.

Vero.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Mi roca, mi baluarte (salmo 30)

Dice el salmo 30 lo siguiente:
"Sé la roca de mi refugio,un baluarte donde me salve,tú que eres mi roca y mi baluarte;por tu nombre dirígeme y guíame.
A tus manos encomiendo mi espíritu;
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mí aflicción.
Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia".
El Señor es nuestro refugio, la roca sobre la que apoyarse firmemente con la seguridad de que no se moverá bajo nuestros pies, en donde podemos poner toda nuestra confianza porque es inamovible.
Esa confianza nos lleva a dejarnos conducir por Él porque su caminos son seguros: Jesús es el camino que nos conduce al Padre bajo la guía del Espíritu Santo.

Vero.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El susurro de lo ordinario

Relata el libro de los Reyes (19, 9a. 11-13a) un encuentro de Dios con el profeta Elías:
"En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo:
-«Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar! »
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapo el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada da la cueva"
.
Elías se tapa el rostro porque los israelitas pensaban que la majestad de Dios era tal que ningún hombre podía ver a Dios sin morir inmediatamente, por lo que el relato demuestra que Elías sabía que en la brisa estaba Dios.

De todos los fenómenos naturales que se describen, Dios elige la brisa para hacer significativa su presencia. Podía haber elegido lo grandioso, lo estruendoso, lo destructivo del mundo, pero elige la brisa, lo más amable, refrescante y suave.

En nuestra vida pasa algo parecido. Dios se manifiesta en cada acontecimiento ordinario de nuestra vida, pero no debemos esperar huracanes porque la Divinidad se nos hará presente en el delicado susurro de lo ordinario: basta con aplicar el oído y huir del ruido que nos circunda.

Vero.

martes, 2 de septiembre de 2014

La caña cascada

Sigue el capítulo 12 de San Mateo del siguiente modo:
"En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:
Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones.
No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña cascada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre".
La profecía de Isaías habla de cómo será recibida la Palabra hecha carne entre aquellos a los que fue enviada, a ti, a mí. Anunciará la justicia a las naciones porque está ungido con el Espíritu Santo,  pero no se impondrá por la fuerza, aunque nadie oiga su voz en las plazas.

Será misericordioso: no quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha humeante a punto de extinguirse y será el fundamento de toda esperanza, su propio nombre.

Y tú, ¿actúas así?  ¿Defiendes la justicia? ¿Te impones con voz agresiva? ¿Hundes a los débiles, a los que ya se doblan?
Piensa que todos aquellos a los que atacas pueden invocar contra tus obras el nombre del Señor,  fundamento de su esperanza.

Vero.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El bien y el espectáculo

Cuenta el evangelio de San Mateo en su capítulo 12:
"En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección".

Jesús pasa por doquier haciendo el bien (los curó a todos), sin buscar el espectáculo (les ordenó severamente que no lo dieran a conocer).
Cada uno de nosotros también estamos llamados a hacer el bien y somos capaces de hacerlo: nuestra naturaleza está caída, pero no corrompida. La gracia obra sobrenatural en nosotros si no ponemos obstáculos. 

Pero cuando obras el bien, ¿lo haces discretamente o buscas que los demás lo vean? ¿Buscas ser reconocido por el bien que haces? No es preciso que escondas el bien que haces, pero ello está muy lejos de la vanidad del espectáculo.

Aprende a rectificar la intención de todas tus obras. Un buen inicio puede ser que las ofrezcas a Dios.

Vero.