Dice el libro del Eclesiástico (51, 1-8):
"Te alabo, mi Dios y salvador, te doy gracias, Dios de mí padre.Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa, libraste mis pies de las garras del abismo, me salvaste del látigo de la lengua calumniosa y de los labios que se pervierten con la mentira, estuviste conmigo frente a mis rivales.
Me auxiliaste con tu gran misericordia: del lazo de los que acechan mi traspié, del poder de los que me persiguen a muerte; me salvaste de múltiples peligros: del cerco apretado de las llamas, del incendio de un fuego que no ardía, del vientre de un océano sin agua, de labios mentirosos e insinceros, de las flechas de una lengua traidora. Cuando estaba ya para morir y casi en lo profundo del abismo,. me volvía a todas partes, y nadie me auxiliaba, buscaba un protector, y no lo había. Recordé la compasión del Señor y su misericordia eterna, que libra a los que se acogen a él y los rescata de todo mal".
Si no lo has experimentado nunca, no sabrás de qué hablo: la calumnia es un látigo de muchas puntas que abre las carnes del flagelado con la mentira. El calumniado carece absolutamente de defensa porque el calumniador le ha cortado el paso de la verdad, porque ha calzado el flagelo de la mentira y ha dado alas a la perversión de la verdad.
Ante eso, el calumniado no tiene quien le ampare, salvo si acude a Dios, quien organizará ordenadamente su defensa. Dios restablecerá la justicia contando con los tiempos, no de los hombres sino de Dios, y esa injusticia no dejará de ser reparada.
Una presencia de Dios intensa junto con una enorme confianza en la misericordia divina, conseguirán que el calumniado alabe a Dios en su tribulación no por lo que tiene de dolor o pecado, sino porque ve la maravillosa justicia de Dios proyectada en la eternidad, descubriendo que su dolor no es más que parte del camino que le conduce felizmente a ella.
Si tú eres un calumniador, tienes mucho por hacer.
Si tú eres un calumniado, tienes por tarea la alegría y mucho que perdonar y alabar.
Vero.