lunes, 1 de septiembre de 2014

El bien y el espectáculo

Cuenta el evangelio de San Mateo en su capítulo 12:
"En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección".

Jesús pasa por doquier haciendo el bien (los curó a todos), sin buscar el espectáculo (les ordenó severamente que no lo dieran a conocer).
Cada uno de nosotros también estamos llamados a hacer el bien y somos capaces de hacerlo: nuestra naturaleza está caída, pero no corrompida. La gracia obra sobrenatural en nosotros si no ponemos obstáculos. 

Pero cuando obras el bien, ¿lo haces discretamente o buscas que los demás lo vean? ¿Buscas ser reconocido por el bien que haces? No es preciso que escondas el bien que haces, pero ello está muy lejos de la vanidad del espectáculo.

Aprende a rectificar la intención de todas tus obras. Un buen inicio puede ser que las ofrezcas a Dios.

Vero.


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