jueves, 31 de julio de 2014

No eres huérfano

Dios no abandona al que es tratado injustamente, por eso el salmo 9 sigue diciendo lo siguiente:
"Pero tú lo estás viendo [las acciones del malvado]:
Tú consideras los trabajos y el dolor, para tomarlos en tus propias manos.
El débil se encomienda a ti; tú eres el protector del huérfano".
El Señor lo ve todo y su capacidad de juicio se extiende a todo corazón, también al del injusto. Los lamentos del oprimido suben hasta el cielo y estimulan la ternura divina, que tendrá en cuenta el trabajo y el dolor del agredido para hacerlos propios, divinos.

En toda agresión, Dios se pone por delante para compartir la afrenta e incluso para reparala: mirar el sacrificio de la Cruz es asistir en primera persona a esta divina comedia. Por eso, el débil tiene derecho a encomendarse a su Señor. La misericordia de Dios se erige como protectora del desvalido, del huérfano.

Cuando sientas que las circunstancias de la vida, o las personas que las provocan, te agreden, no quieras fijarte en ellas sino confíate a Dios y da el siguiente paso, siempre adelante.
¡Eres hijo de Dios, no eres huérfano!

Vero.


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