Dice el salmo 9:
"¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te ocultas en los momentos de peligro? El pobre se consume por la soberbia del malvado y queda envuelto en las intrigas tramadas contra él".A veces, Señor, parece que duermes. En el momento de peligro, cuando más necesitamos de tu ayuda, pareces esconderte. Ese juego divino nos pone nerviosos, pero cuando pasa la tormenta caemos en que nos faltaba fe, en que queremos que las cosas sucedan a nuestra manera: no buscamos la voluntad de Dios sino la propia.
Es como si no nos fiáramos de Dios, como si Él no tuviera poder para resolver nuestros asuntos: fe débil, falta de confianza, exceso de soberbia.
En la interacción humana injusta quedan de manifiesto dos soberbias: la del agredido que no termina de confiar en Dios y la del agresor que blasfema y menosprecia la justicia divina.
Pide la humildad que te defienda de esta doble soberbia.
Pide la humildad que te defienda de esta doble soberbia.
Vero.
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