martes, 29 de julio de 2014

La blasfemia del injusto

Continúa el salmo 9 con las siguientes palabras:
"Porque el malvado se jacta de su ambición, el codicioso blasfema y menosprecia al Señor;
el impío exclama en el colmo de su arrogancia: No hay ningún Dios que me pida cuenta".
La injusticia llama a la injusticia, como la violencia engendra violencia. Es una espiral de malicia. Para tapar su maldad, el malvado se jacta de su ambición y siempre busca más y más: intenta coronar de espinas después de de flagelar.

Salir de ese círculo vicioso requiere la gracia de la conversión: un don divino sembrado en la tierra de una buena predisposición, que reclama el fruto del perdón y la reparación del mal cometido.

Alejado de la conversión, el impío termina por negar a Dios porque no soporta acercarse a la Luz que ilumina la blasfemia de sus obras.
Todos, de algún modo o de muchos, somos impíos, pero no te desanimes: ¡Somos hijos de Dios porque Él así lo ha querido; Él tomó la iniciativa!
Ahora trata de corresponder.

Vero.

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