martes, 15 de julio de 2014

La lámpara encendida

El cristiano es -debe ser- la luz del mundo: son palabras de Cristo. La luz es aquello de que nos servimos para percibir la realidad que nos circunda. Por tanto, la misión del cristiano es la de iluminar, dar contenido a la realidad del mundo, proporcionar aquello que el mundo necesita para ser explicado.

Jesús mismo enseña: "Yo soy la luz del mundo". Si nosotros somos luz es porque nos identificamos con Él: Cristo y los cristianos son como la misma cosa, parte del mismo y único cuerpo de Cristo. Un cristiano queda identificado con la Persona a quien sigue por la gracia que le hace renacer a la nueva vida de la fe desde el Bautismo.

Mantener esa luz exige estar atento para que no se apague. Es una luz que hay que alimentar. Debemos impedir que cualquier viento la apague.
No viene mal recordar aquello que decía Santa Teresa de Calcula:
“Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite”.
Vero.

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