jueves, 11 de septiembre de 2014

Vocación de Jeremías (Jeremias 1,4)

En el principio del libro de Jeremías, el profeta cuenta cómo recibió su vocación profética:

4 La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:5 "Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones".6 Yo respondí: "¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven".
(Y prosigue, para no romper el contexto que seguiremos mañana):7 El Señor me dijo: "No digas: ‘Soy demasiado joven’, porque tú irás adonde yo te envíey dirás todo lo que yo te ordene.8 No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–".9 El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: "Yo pongo mis palabras en tu boca.10 Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar".
El profeta no fue elegido por hacer algo bien, sino que antes de nacer ya había sido elegido por Dios para su misión. Es Dios quien elige, sin concurso por nuestra parte. La vocación de todo cristiano es su propio Bautismo, que le constituye en Profeta, Sacerdote y Rey, porque le configura con Cristo que tiene esos tres oficios.

Con frecuencia, la respuesta a esa vocación es el miedo, y al miedo le siguen las excusas: no sé hablar, soy demasiado joven,...

Que sepas que eso que ronda por la cabeza, puesto que has sido bautizado, son eso, excusas.

Vero.

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