"Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios".

Serán cosas grandes o menos grandes, incluso muy pequeñas. Saldrán muchas, muchísimas; bastantes más de las que nunca hubieras imaginado antes de realizar este ejercicio.
Y ahora aplica el salmo:
"Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios".
¿A que no te queda más remedio que volcarte en acciones de gracias?
Da rienda suelta a esa gratitud: es oración de alta calidad.
Vero.
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