miércoles, 7 de mayo de 2014

Abre, Señor, mis labios

Dice la antífona de entrada de la Misa del miércoles de la III semana de Pascua:
"Llena está mi boca de tu alabanza, y de tu gloria todo el día. Te aclamarán mis labios, Señor, y mi lengua todo el día recitará tu auxilio. Aleluya".

El contacto con Jesús resucitado produce estos efectos: no poder callar y gozo rebosante.
¿Es posible emplear mejor los labios que pronunciando las palabras que Dios mismo nos ha entregado.

La lectura meditada de la Sagrada Escritura engendra en quien la lee con el corazón abierto una necesidad imperiosa de alabanza al Altísimo porque no puede sino reconocer su inmensa sabiduría.

Para que mantengas íntegra la presencia de Dios, te propongo que hoy repitas frecuentemente la siguiente oración de alabanza de gran tradición en la liturgia de la Iglesia:
V. Domine, labia mea aperies. [Abre tú, Señor, mis labios]
R. Et os meum anuntiabit laudem tuam. [Y mi boca publicará tus alabanzas]
Vero.

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