domingo, 25 de mayo de 2014

Serenidad: confianza en la providencia

Noveno peldaño para alcanzar la serenidad (según San Juan XXIII):
"Sólo por hoy creeré firmemente, aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena  providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo".
Pone San Lucas en boca de Jesús estas palabras:
"No andéis preocupados por vuestra vida: qué vais  comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir.
[...] Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria puedo vestirse como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!"
(Lc 12, 22-28).
A veces nos dejamos vencer por la preocupación por muchos asuntos, especialmente si son urgentes y con mayor razón si son importantes. Pero, perdona que te lo diga con claridad: si consientes (consciente de ello) en esa preocupación desmedida: ¡eres tonto!
No se trata tanto de despreocuparse de los asuntos para quedar abandonados impruedentemente sino de poner los medios -todos- a nuestro alcance y confiar en la providencia divina.
En palabras de San Agustín: "Da lo que tienes para merecer recibir lo que te falta", que es tanto como "haz lo que puedas y pide lo que no puedas".

Propósito: Acudiré frecuentemente, en toda necesidad, a mi Ángel de la Guarda, que es el espíritu que Dios ha puesto para que me custodie: todo un detalle de delicadeza de la providencia divina.

Vero.

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