viernes, 9 de mayo de 2014

La cena de Emaús

Ya han llegado a Emaús los dos discípulos procedentes de Jerusalén con Jesús, su acompañante fortuito. El Señor hace ademán de continuar con el camino pero aquellos dos personajes le disuaden con el ruego de que se quede con ellos.

Se disponen a cenar y Jesús parte el pan. Justo en ese momento -relatarán después a los apóstoles aquellos discípulos- reconocieron a Jesús, porque hasta ese momento no sabían quién era.

Jesús hace un gesto que les abre los ojos; la fe es una virtud personal que se asienta en el alma dispuesta, pero procede de Dios. Jesús había preparado con la explicación de las Escrituras a las almas de aquellos dos abatidos y solo después realiza el signo que les abre los ojos para que le reconozcan.

Aquellos discípulos ya habían empezado a hacer su oración con Jesús, pero no lo podían contemplar, porque la contemplación requiere el reconocimiento de lo contemplado.

Solo con la fe podemos contemplar, porque solo con la fe reconocemos a Jesús, sabiendo que Él se vale para ello sobre todo de las circunstancias ordinarias, de un acto tan simple y común como es partir el pan.

Solo la contemplación te proporcionará la inteligencia de la paz, capaz de saciarte de gozo, porque te hará reconocer la presencia de Dios.

Vero.

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