sábado, 10 de mayo de 2014

María, mujer eucarística y de oración.

Hoy, sábado de la III semana de Pascua, el salmo responsorial está tomado del Salmo 115 del que extraigo algunos fragmentos:
¿Qué retornaré al Señor por todas las cosas que me ha dado?
Tomaré el cáliz de la salvación, e invocaré el nombre del Señor.
...
Oh, Señor, siervo tuyo soy; yo soy siervo tuyo e hijo de tu esclava.
Tú rompiste mis lazos, a ti sacrificaré hostia de alabanza, y el nombre del Señor invocaré.
Es una invitación a la acción de gracias que nos sugiere el modo de llevarla a buen término: tomar el cáliz de salvación invocando el nombre del Señor; una imagen preciosa de la Eucaristía (el cáliz de salvación) y la oración (invocar el nombre de Dios). Las dos realidades son fuentes de intensa interacción con la gracia divina.

Además, somos siervos de Dios porque somos hijos de su esclava: el título con el que María (mujer eucarística en palabras de San Juan Pablo II) se ofrece a Dios en la embajada del Ángel que culmina con la Encarnación del Hijo de Dios.
Y vuelta a la misma imagen: el sacrificio de una oblación de alabanza y la invocación del nombre del Señor.

¿No te queda claro, querido lector, la realidad que Dios busca en ti?  Pan y Palabra, Eucaristía y Oración.
¿Encontrará la divinidad en ti eso que busca? No te preocupes, pero no dejes de pedírselo a María.

Vero.

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