Por el camino y en su interior iba diciéndole al Señor que cuando llegara al templo abriría figuradamente las puertas del Sagrario para alojar allí las personas por las que tenía intención de pedir.
Al llegar a la Iglesia se encontró con la agradabilísima sorpresa de que, a pesar de lo intempestivo de la hora (media tarde), el Santísimo permanecía expuesto en la Custodia sobre el altar del presbiterio.
No se había dado cuenta de que era un jueves previo al primer viernes de mes, en el que tradicionalmente la Iglesia propone a los fieles la adoración de la Eucaristía: el párroco de esa Iglesia había decidido exponer al Santísimo Sacramento durante toda la tarde.
Allí hizo su oración pausada, confiada, profunda y tranquila. Esta vez, al regresar a su casa, le repetía al Señor:
Señor, yo iba con la intención de alojar a esos amigos necesitados en el Sagrario sin saber quién me lo "abriría": la oración de deseo abriría la puerta del tabernáculo. Sin embargo, Tú -en tu generosidad- quisiste que aquellos pocos que estuvimos en la Iglesia te tuviéramos sobre el altar.
Adonde no hubiera podido llegar mi deseo, llegó sobradamente tu Amor.Una vez más el Señor sale a tu encuentro.
Vero.
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