Siguiendo con la escena de Emaús que comentábamos hace dos días, vemos que aquellos dos discípulos comienzan a hacer oración con Jesús, aunque ellos no le habían reconocido.
Es una oración muy triste porque desconocen la identidad divina de su interlocutor, pero es un comienzo de diálogo. Jesús acepta ese diálogo y les acompaña.
Bien sabía Jesús lo que había ocurrido en los días anteriores, pero se hace el ignorante porque quiere que ellos se lo cuenten, desea que aquellos dos discípulos vuelvan sobre sus propias palabras.
Ahora que ya han entablado una conversación profunda comienza a arder su corazón, porque la palabra divina es luz y la Luz es la vida de los hombres. Por eso, su corazón comienza a palpitar al hilo de la inteligencia de la Escritura, explicada por el mismo Verbo divino, encarnado y ahora resucitado.
Solo cuando descubran quién es quien les acompaña se saciarán de gozo con su presencia, pero de momento, su incipiente oración comienza a trabajar en sus corazones.
Pídele a Jesús que te abra los ojos para comprender su Palabra.
Vero.
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