Acordaos,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido
a tu protección,
implorando tu asistencia
y reclamando tu socorro,
haya sido abandonado de ti.
Animado con esta confianza,
a ti también acudo,
oh Madre,
Virgen de las vírgenes,
y aunque gimiendo
bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer
ante tu presencia soberana.
No deseches mis humildes súplicas,
oh Madre del Verbo divino,
antes bien, escúchalas
y acógelas benignamente.
Amén.
¿Te has enterado bien de lo que dice? ¿A que no te atreves a releerla, esta vez con el corazón?
Pensaba que sería un buen comienzo para este mes de mayo: ¿piensas que no sería también un buen final?
Propóntelo cada día.
Vero
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