Siempre me emocionó el relato de la Encarnación en el que el arcángel san Gabriel le dice a María cómo se operará: el Espíritu Santo la cubrirá con su sombra. Es extremadamente bello incluso desde el punto de vista literario.
La acción del Espíritu Santo es de tal imperio que con el concurso de la docilidad virginal del "hágase en mí según tu palabra" se encarna en sus purísimas entrañas el mismísimo Hijo de Dios.
Tú puedes reproducir a tu manera este acontecimiento encarnando a Cristo en tu vida, siendo el mismo Cristo -esto significa ser cristiano-, para llevarlo a los demás con tus palabras, tus obras, tu piedad, tu sacrificio, tu ejemplo.
Para que Cristo se encarne en ti, debes hacer como María, decirle al Espíritu Santo: "Hágase en mí según tu palabra".
Esto exige de ti dos condiciones: saber qué quiere Dios de ti -osa preguntárselo y sé después valiente- y atreverse a decir "sí" a esa inspiración divina, es decir, ser dócil a la voluntad de Dios para ti. Pídelo, la gracia divina que viene del mismo Espíritu, no te faltará: ¿no notas ya la sombra de las alas divinas?
¿No lo crees? Compruébalo.
Vero.
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