lunes, 30 de junio de 2014

El beneficio divino

Dice el salmo 102:
"Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios".
Busca un momento de soledad, quizá ese en el que retirado al descanso aún no has conseguido dormirte y proponte el siguiente ejercicio interior: repasa tu vida con sus circunstancias y extrae de ella todos esos momentos, acciones, aptitudes en las que te haces consciente del beneficio divino sobre ti.

Serán cosas grandes o menos grandes, incluso muy pequeñas. Saldrán muchas, muchísimas; bastantes más de las que nunca hubieras imaginado antes de realizar este ejercicio.

Y ahora aplica el salmo:
"Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios".
¿A que no te queda más remedio que volcarte en acciones de gracias?

Da rienda suelta a esa gratitud: es oración de alta calidad.

Vero.

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